Eduard Escalante: El Maestro del Sainete Valenciano
Eduard Escalante i Mateu, una figura esencial en la historia del teatro valenciano, nació de manera accidental en el barrio del Cabanyal de Valencia el 20 de octubre de 1834, mientras sus padres viajaban en barco de Alicante a Marsella. Su nacimiento estuvo marcado por la tragedia, ya que su madre falleció durante el parto, y su padre, un oficial de carabineros comprometido con las causas liberales, se vio obligado a dejar a su hijo al cuidado de tres hermanas de familia humilde que vivían en el barrio portuario de Valencia.
Infancia y Educación
A pesar de estas circunstancias difíciles, Escalante tuvo acceso a una educación básica. Realizó estudios primarios y asistió a clases de dibujo, literatura y francés en el Liceo Valenciano. Fue en esta institución donde tuvo la oportunidad de interactuar con la intelectualidad de la época, incluyendo figuras como Teodoro Llorente. Para subsistir en medio de la precaria situación económica, consiguió un empleo como pintor de abanicos, lo cual le proporcionaba un ingreso mínimo. Paralelamente, comenzó a colaborar en algunos diarios, lo que marcó el inicio de su carrera en el ámbito literario y teatral.
Primeros Pasos en el Teatro
En 1855, Escalante escribió sus primeras piezas teatrales, dos obras sobre la vida de San Vicente Ferrer, con motivo del cuarto centenario de su canonización. Estos «milagros», titulados La muda y La vanidad castigada, se representaron en el altar de la Plaza del Mercado, y marcaron el inicio de su carrera teatral.
Gracias a la protección de la baronesa de Benimuslem, amiga de la familia paterna, en 1857 tuvo la oportunidad de viajar a Madrid y conocer a sus hermanastras, Juan Antonio y Amable, hijos del anterior matrimonio de su padre. Sin embargo, este intento de reconectar con su familia no prosperó, y Escalante pronto regresó a Valencia. Ese mismo año, nació su primer hijo fruto de su matrimonio con Amalia Feo. Con el tiempo, la pareja tendría una numerosa familia de nueve hijos, aunque dos de ellos fallecerían jóvenes.
La Búsqueda de un Estilo Propio
En 1858, Escalante escribió en castellano un drama romántico titulado Raquel, que trataba sobre los amores del rey Alfonso VIII con una judía. Sin embargo, esta obra no se estrenó y su situación económica se agravó. Ante la necesidad de encontrar un público más amplio, abandonó esta línea dramática y se dedicó a escribir obras menos serias y más populares, que tuvieran mayor demanda.
Así, Escalante se orientó hacia las piezas cortas, incluyendo algunas zarzuelas, pero sobre todo hacia los sainetes, tanto en valenciano como en castellano. En 1862, con el estreno de La sastresa, comenzó a ser reconocido en el ámbito teatral. Pero fue a partir de 1868, con el éxito de Un grapaet, cuando se consolidó como un autor de sainetes.
El Sainete Valenciano
El sainete es una pieza teatral breve, generalmente cómica, que refleja la vida cotidiana y los problemas de las clases populares. En el caso de Escalante, sus sainetes eran bilingües y siempre tenían el humor como elemento central. La comicidad surgía de los personajes, especialmente de aquellos que intentaban ascender socialmente y, en su intento, cambiaban del valenciano al castellano lleno de valencianismos.
Con el tiempo, Escalante perfeccionó su técnica literaria y la construcción de sus personajes, que se convirtieron en arquetipos del teatro valenciano. Personajes ridículos y farsantes, especialmente los forasteros, eran presentados con «pocas frases y unas acciones mínimas», según los estudiosos Josep Lluís y Rodolf Sirera.
Reconocimiento y Fama
La fama de Escalante aumentó con el tiempo y sus obras se publicaban a medida que se estrenaban en teatros importantes como el Teatro Princesa y el Teatro Principal de Valencia. Su éxito teatral le permitió participar en tertulias alrededor de la redacción del diario Las Provincias y en actividades de Lo Rat Penat, una entidad cultural promovida por Constantí Llombart. Sin embargo, a pesar de su reconocimiento, su situación económica no mejoró significativamente.
En 1881, gracias a la intervención de Teodoro Llorente, Escalante obtuvo la plaza de Secretario Administrador de la Junta de Beneficencia de Valencia, lo que le proporcionó cierta estabilidad económica. En 1887, estrenó en Madrid su sainete Matasiete, espantaocho, obteniendo el reconocimiento de destacados literatos como José Echegaray y Menéndez Pelayo.
Producción Literaria
La producción teatral de Escalante abarca un total de cuarenta y siete obras, que continuó estrenando y publicando hasta su muerte el 30 de agosto de 1895. Entre sus sainetes más destacados se encuentran:
- Qué no será (1862)
- Angelito (1864)
- La sastresa (1862)
- Un grapaet (1868)
- Tres forasteros de Madrid (1876)
- Matasiete, espantaocho (1887)
Cada una de estas obras refleja su profundo conocimiento de la clase media-baja valenciana, y su habilidad para retratar con humor y precisión las vicisitudes de la vida cotidiana.
Legado y Influencia
La influencia de Eduard Escalante en el teatro valenciano es indiscutible. Su éxito en el sainete como género dramático se mantuvo a lo largo del siglo XX, y su obra sigue siendo estudiada y representada en la actualidad. Los sainetes de Escalante no solo proporcionan entretenimiento, sino que también ofrecen una visión crítica y satírica de la sociedad valenciana de su tiempo.
A través de sus personajes arquetípicos y su estilo humorístico, Escalante capturó la esencia de la vida valenciana y la plasmó en el escenario. Su habilidad para combinar el humor con la crítica social lo convirtió en una figura central del teatro popular valenciano. Sus sainetes, con su mezcla de valenciano y castellano, reflejan la riqueza lingüística y cultural de la región, y su obra sigue siendo un valioso testimonio de la vida en la Valencia del siglo XIX.
Conclusión
Eduard Escalante i Mateu, nacido en circunstancias inusuales y criado en un entorno humilde, se convirtió en uno de los dramaturgos más importantes de la Comunidad Valenciana. Su vida estuvo marcada por la lucha constante por la estabilidad económica y el reconocimiento artístico, pero su legado perdura en la historia del teatro valenciano.
A través de sus sainetes, Escalante nos ofrece una ventana a la sociedad valenciana de su tiempo, con todas sus complejidades y contradicciones. Su obra no solo es una fuente de entretenimiento, sino también un documento histórico que nos permite comprender mejor la realidad social y cultural de la Valencia del siglo XIX.
En última instancia, Eduard Escalante nos recuerda el poder del teatro como herramienta para reflejar y criticar la sociedad, y su legado sigue vivo en cada representación de sus obras. Su contribución al teatro valenciano es invaluable, y su nombre sigue siendo sinónimo de humor, ingenio y crítica social.